Pearls in the Pacific: Conserving the Cabo Blanco Tropical Ocean through Pearl Harvesting
During the 1950’s Cabo Blanco was considered the world’s sport fishing mecca. Three ocean currents met right in front of its shores: the cold Humboldt, the warm-watered El Niño, and the Cromwell undertow pushing sea nutrients to surface, luring as much as 70% of Peru’s marine diversity into these tropical waters. In August 1953, Louisiana oilman Alfred Glassell Jr. landed the all-tackle world record in game fishing in Cabo Blanco catching a 1560-lb black marlin (Makaira indica), whilst another game fish world record also surfaced from the Cabo Blanco waters – the famous 435-lb Bigeye Tuna (Thunnus obesus) caught in 1957. Movie stars from Hollywood’s golden days used to spend summer in Cabo Blanco, and Nobel-Prize Laureate Ernest Hemingway rode the iconic ‘Miss Texas’ boat throughout April 1956 trying to beat Glassell’s milestone.
Over time, the overexploitation of resources has endangered Cabo Blanco’s sea life. Contributing to the conservation of one of the world’s most precious marine ecosystems, since 2012 Inkaterra Asociación proposes the creation of Peru’s first-ever marine reserve in Cabo Blanco’s Tropical Pacific. In alignment with the United Nations’ Sustainable Development Goals, the initiative aims to restore the cycle of life in the marine coastal desert of Cabo Blanco, championing ecotourism and millenary artisanal fishing (declared a cultural patrimony of Peru back in 2018).
However, the resistance imposed by certain industrial activities has delayed a measure as urgent as the official declaration of a marine reserve for Peru. In an effort to find innovative ways to preserve the Peruvian Tropical Pacific, NGO Inkaterra Asociación, in alliance with the National Fishing and Aquaculture Innovation Program (PNIPA), AGROMAR, and the Cabo Blanco Artisanal Fishing Association, managed to establish a 100-hectare marine concession – a safe haven protecting marine diversity against illegal fishing and other predatory practices.
This strategic partnership primarily employs the concession for the sustainable harvesting of the rainbow-lipped Pearl oyster (Pteria sterna), a bivalve mollusk species from the Pteriidae family, with a distribution range comprehending the shallow waters of the Tropical Pacific, from Baja California to Northern Peru. A sustainable source of development for the local fishing communities of Cabo Blanco and their families, as women are mainly involved in this pilot program.
“For the past four decades we have witnessed how the coastal communities in Baja California, Mexico, have benefitted from pearl harvesting as one of the mains sources of development through sustainable jewelry and nacre-derived products,” explains the project’s general coordinator Jorge Vargas. A representative of master scallop producer Fernando Fernandini, leader of Agromar, Vargas finds an extraordinary potential in this way of entrepreneurship new to the Cabo Blanco community. “In Mexico, a pearl-derived jewel coated in silver may cost around $150, while $300 if encrusted in gold. Some jewelry is priced up to $2000, evidencing the potential for development in coastal communities such as Cabo Blanco.”
Training workshops for the Cabo Blanco artisanal fishing community and their families, teaching sustainable methods for pearl harvesting with an approach to marine conservation. Dr. Mario Monteforte, Mexican biologist who led the lessons on perliculture, was in awe with the bright future envisioned for this activity in Northern Peru.
Though the COVID-19 pandemic has brought pearl harvesting to a halt, the community is eager to resume operations and keep exploring an activity with such a potential for experiential travel and jewelry, in a destination where the abundance of prime material is ten times larger than in Baja California.
Initiatives on responsible pearl jewelry are already being developed in Cabo Blanco. Such is the case of Katerina Norgaard’s Usiyanya (“sea” in Quechua), a jewelry collection inspired by Peruvian heritage and the Pacific Ocean. “The collection uses parts of sustainably harvested mother of pearl shells and is constructed in conjunction with artisan women in Cabo Blanco,” states Katerina. “This jewelry collection also aims at supporting the local community in Cabo Blanco – especially women who are unemployed or dependent – by paying them a fair wage for each piece made. The collection is more than just jewelry, rather it is a project which strives for social change and environmental good, which hopes to inspire future projects through its sustainability and its pursuit of economic justice and authenticity.”
Perlas del Pacífico: Conservando el mar tropical de Cabo Blanco a través del cultivo de perlas
Durante la década de 1950, Cabo Blanco se consideraba la meca mundial de la pesca deportiva. Tres corrientes se encuentran frente a sus costas: la fría Humboldt, la cálida El Niño y la subcorriente de Cromwell que empuja los nutrientes a la superficie, fenómeno que atrae hasta estas aguas al 70% de la diversidad marina del Perú. En agosto de 1953, el magnate de Luisiana Alfred Glasell Jr. Pescó en Cabo Blanco el máximo trofeo de la pesca deportiva: el merlín negro (Makaira indica) de 1560 libras. Mientras que en 1957 se pescó aquí otro gran record mundial: el famoso atún ojo grande (Thunnus obesus) de 435 libras. Estrellas de la época dorada de Hollywood pasaron sus veranos en Cabo Blanco, y el premio Nobel Ernest Hemingway navegó durante abril de 1956 a bordo de la icónica nave “Miss Texas” buscando batir la hazaña de Glassell.Con el tiempo, la sobreexplotación de recursos ha puesto en peligro la vida marina de Cabo Blanco.
Contribuyendo a la conservación de uno de los ecosistemas marinos más preciados del planeta, Inkaterra Asociación propone desde el año 2012 la creación de la primera reserva marina del Perú, en el Pacífico Tropical de Cabo Blanco. Alineada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidos, la iniciativa busca restaurar el ciclo de vida en el desierto marino costero de Cabo Blanco, promoviendo el ecoturismo y la milenaria pesca artesanal, declarada patrimonio cultural peruano en el año 2018.
Sin embargo, la oposición de ciertas actividades industriales ha demorado una medida tan urgente como la declaración oficial de una reserva marina para el Perú. En un esfuerzo por hallar maneras innovadoras de preservar el Pacífico Tropical Peruano, la ONG Inkaterra Asociación, en alianza con el Programa Nacional de Innovación de Pesquería y Acuicultura (PNIPA), la empresa AGROMAR y el Gremio de Pescadores Artesanales de Cabo Blanco, logró la declaración de una concesión marina de 100Ha, área segura para la diversidad marina, salvaguardada de prácticas de pesca ilegales y demás actividades predatorias.
Esta alianza estratégica emplea la concesión para el cultivo sostenible de la ostra de labios arcoíris (Pteria sterna), un molusco bivalvo de la familia Pteriidae que habita las aguas superficiales, con un rango de distribución desde Baja California hasta el norte peruano. Una fuente de desarrollo sostenible para las comunidades de pescadores de Cabo Blanco y sus familias, pues son las mujeres las principales agentes de cambio en este programa piloto.
“Por las últimas cuatro décadas hemos sido testigos de cómo las comunidades costeras en Baja California, México, se han beneficiado de proyectos como Perlas del Mar de Cortez y del cultivo de perlas, como una de las mayores fuentes de desarrollo gracias a la joyería sostenible y la producción de derivados de nácar”, relata el coordinador general del proyecto, Jorge Vargas. Como representante de Fernando Fernandini, líder de Agromar –una de la mayores productoras de conchas de abanico en el Perú–, Vargas encuentra un enorme potencial en esta forma de emprendimiento novedosa para la población de Cabo Blanco. “En México, una perla incrustada en plata puede costar cerca de $150, y $300 si es en oro. Hay joyas de perlas que promedian los $2000, lo cual nos evidencia el enorme potencial para comunidades costeras como Cabo Blanco”.
Los talleres de capacitación ofrecidos en Cabo Blanco para pescadores y sus familias, enseñando técnicas de perlicultura sostenible, tienen siempre un enfoque cuyo núcleo es la conservación marina. El Dr. Mario Monteforte, biólogo mexicano que lideró los talleres, quedó maravillado con el extraordinario futuro para esta actividad en el Perú.
A pesar de que el contexto del COVID-19 detuvo el cultivo de perlas, la comunidad está ansiosa de retomar las operaciones y seguir explorando esta actividad con tanto potencial para el ecoturismo como para la joyería, en un destino donde la abundancia de materia prima es diez veces mayor que en Baja California.
Iniciativas en joyería responsable ya se desarrollan en Cabo Blanco. Es el caso de Usinyanya (“mar” en quechua” de Katerina Norgaard, una colección de joyería perlera inspirada en la herencia peruana y el océano Pacífico. “La colección usa partes de conchas de madre perla y es elaborada por artesanas de Cabo Blanco”, cuenta Katerina. “Esta colección también busca apoyar a la comunidad, en especial a mujeres sin empleo, al pagarles un precio justo por cada pieza elaborada. La colección es más que joyería, es también un proyecto que busca cambio social y un compromiso ambiental, que espera inspirar futuros proyectos a través de la sostenibilidad y la autenticidad”.